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  • Foto del escritorLucía Montejo

Prerrománico asturiano: arquitectura para un nuevo reino

Bajo el concepto de arte Prerrománico se engloban una variedad de manifestaciones artísticas que, tras la definitiva disolución del Imperio Romano, recogen y sintetizan parte la tradición plástica y constructiva de este, tamizada por diferentes tradiciones locales como la germánica y nuevas influencias como la bizantina y oriental.

Es en este contexto de rememoración de la herencia tardoantigua en síntesis con la tradición autóctona en el que surge, desde el siglo VIII, el Prerrománico asturiano, considerado uno de los antecedentes de mayor relevancia del Románico gracias a la especial coherencia de su sintaxis arquitectónica.


Los monarcas asturianos patrocinaron desde temprano una serie de obras, tanto civiles como eclesiásticas, destinadas a la articulación y organización administrativa del territorio. A lo largo de su evolución y hasta su definitiva sustitución por las formas románicas, la arquitectura prerrománica asturiana logró configurarse como uno de los fenómenos clave en la evolución general de la arquitectura europea.


A continuación exponemos sus fases y obras más representativas.



1. Los inicios del Prerrománico asturiano


Los inicios de la arquitectura prerrománica asturiana están marcados por la carencia de una cultura artística visigoda fuerte en el territorio y se remontan al siglo VIII, cuando surgen las primeras construcciones patrocinadas por la nueva monarquía. Sin embargo, los restos de los edificios anteriores al reinado de Alfonso II son escasos, conservándose únicamente uno en la actualidad (si bien existe constancia documental de la existencia de, al menos, otro más).

Se trata de Santianes de Pravia, un templo que formaba parte del conjunto palaciego en la nueva sede regia y que aunaba funciones de iglesia palatina, oratorio, panteón real y, finalmente, residencia monástica, levantado por el rey Silo y su esposa Adosinda entre el 774 y el 783 bajo la advocación de San Juan Apóstol y Evangelista. Algunas de sus características constructivas, como los muros de sillarejo reforzados con sillares en las esquinas, la introducción de pilares como apoyo de sus arquerías y el uso de arcos de medio punto de ladrillo en disposición radial, anticipan varios de los rasgos de la posterior arquitectura alfonsina.


Anterior a este ejemplo y conocida gracias a las fuentes documentales encontramos la iglesia de la Santa Cruz en Cangas de Onís, actualmente no conservada, y sobre cuyo emplazamiento se levanta hoy una ermita construida en 1950 bajo la misma advocación.



2. La arquitectura alfonsina o prerramirense


Tras las primeras experimentaciones durante el siglo VIII, es durante el reinado de Alfonso II (791-842) cuando aparecen sistematizadas las bases de la nueva arquitectura con la fijación del tipo de iglesia basilical como respuesta a la aparición de nuevos valores estéticos y necesidades litúrgicas. La adaptación del espacio interior a la función de la construcción y la aplicación de principios matemáticos en la conformación del mismo han llevado a calificar el periodo como racionalista. Entre las innovaciones constructivas del periodo destacan la sustitución de la columna por el pilar o la adopción de la cabecera tripartita con testero recto. A ello se suman los importantes ciclos de pintura mural en el interior de las edificaciones, considerados como uno de los fenómenos artísticos más relevantes del occidente medieval europeo.

A las importantes novedades políticas y culturales del período, como el traslado de la Corte a Oviedo, la difusión del neogoticismo como forma de legitimación monárquica o el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago, se suman aportaciones artísticas de gran relevancia como el programa arquitectónico regio en la capital y en áreas suburbanas o la extensión de la pintura mural.


El ejemplo paradigmático y modelo posterior de iglesia regia lo constituye Santullano (o San Julián de los Prados), que originalmente formaba parte de un conjunto áulico hoy desaparecido pero cuya existencia recogen las fuentes documentales. Cuenta con una planta basilical con naves separadas por arquerías de medio punto sobre pilares, transepto con capillas laterales limitado por un arco toral, cubierta de armadura y testero tripartito abovedado. Encontramos aquí una particularidad de las iglesias asturianas, consistente en la inclusión de una cámara sobre la capilla mayor cuyo único acceso es desde un vano exterior en altura, en este caso una ventana trifora, y cuya función se discute aún hoy.


Además, en el programa constructivo del rey Casto destacan otras obras como la iglesia de San Tirso, de la cual conservamos únicamente el testero con sus característicos arcos, la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, remodelada en el siglo XII o iglesias que recogen el modelo de iglesia regia como San Pedro de Nora o Santa María de Bendones.



3. La arquitectura ramirense


El reinado de Ramiro I (842-850) supone la renovación y sistematización de un lenguaje arquitectónico propio, incidiendo en una concepción unitaria del edificio para la que se servirá de elementos del período anterior convertidos ahora en modelos que se aplican a diferentes tipologías arquitectónicas. Entre estas incorporaciones destacan la inclusión de bóvedas reforzadas con arcos fajones y el uso de arquerías ciegas en los muros, un recurso que retomará el Románico en siglos posteriores.

A este período pertenece Santa María del Naranco, perteneciente al conjunto palatino edificado en las faldas del monte homónimo, a las afueras de la ciudad de Oviedo, al que también pertenece la iglesia de San Miguel de Lillo. Se trata de una construcción civil, un palacio, reconvertido en iglesia en el siglo XII. Consta de dos pisos: el inferior, en el que se ubican la cripta y sendas cámaras en los extremos, y el superior, al que se accede por su icónica escalera doble, igualmente dividida en una sala central y sendos miradores en los flancos. Santa María del Naranco destaca por la inclusión de una imponente bóveda de cañón sobre arcos fajones correspondientes con contrafuertes en el exterior, así como por su sofisticada decoración escultórica, presente también en la cercana iglesia palatina.


Otra importante obra de este período, aunque ya bajo el reinado de Ordoño I, es Santa Cristina de Lena, que destaca por el aprovechamiento de materiales visigodos, un particular planteamiento espacial alejado del modelo de planta basilical de tres naves típico de otras iglesias asturianas y por su característico iconostasio, una barrera litúrgica que separaba el coro del spatium fidelium, tal y como requería la liturgia hispánica.



4. La arquitectura postramirense


La última gran etapa del prerrománico asturiano tiene lugar bajo el reinado de Alfonso III (866-910) y se caracteriza por la inclusión de elementos decorativos de influencia mozárabe y una progresiva simplificación del lenguaje arquitectónico ramirense con la recuperación de formas artísticas de la etapa alfonsina.

Esta renovación artística orientada a la simplificación es apreciable en obras como San Salvador de Valdediós, con el mantenimiento de las bóvedas pero prescindiendo de los arcos fajones, o la desaparición de las arquerías ciegas, conservadas únicamente en el pórtico sur o la iglesia de Santo Adriano de Tuñón, vinculada en sus orígenes a una abadía benedictina fundada por el monarca y su esposa Jimena.


El proceso de simplificación de los sistemas constructivos de la arquitectura postramirense tuvo sus manifestaciones más tardías en obras como Santiago de Gobiendes y San Salvador de Priesca y, unido a la crisis política abierta tras el fallecimiento del monarca y el definitivo traslado de la corte a León, llevaron aparejada una progresiva desaparición de las grandes construcciones.

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